sábado

Curiosidades


CON MUCHAS PLUMAS

Visitamos una casa cuyos dueños tienen mucho cariño por...las aves.

Uno casi podría pasar sin darse cuenta, pero no puede hacerlo. El que vaya mirando un poco, tan sólo un poco, no puede evitar verlos a ellos, al menos a algunos de ellos. Andando por el patio, metidos en una pequeña laguna. Pero ¿quiénes son? Pues ellos no tienen nombres, aunque sí pertenecen a especies bien diferentes: dos chajaes, dos gansas, tres pavos reales, algunos teros, otros patos... En fin, ellos son las aves de Héctor Omar Maldonado.

Estos son dijimos y caemos en un error; lo correcto sería decir que estas son algunas de las aves de Héctor, ya que en el fondo de su casa tiene un gallinero, pero no sólo con gallinas. Hay de todas clases, a saber: las bataraza, faisanes, las coloradas pintas, un gallo leonado, faisán dorado, faisán tenebroso con su hembra, perdices coloradas, guineas, un tero real de mar, palomas, palomas abanico, japonesas, las holandesas . “Para ser legítimas tienen que tener el copete bien blanco y lo demás todo negro, pero esa tienen una pintita y ya no es pura” dice Héctor como quien habla de una mascota cualquiera. Ellas se pasean en sus jaulas o entre nosotros. Sus diferentes cantos se mezclan, me asombro de sus colores: blancos, azules, naranjas y verdes plateados y todas las gamas de los marrones. La vista no se queda en los pavos reales, sino también en las diferentes tramas de las plumas, los copetes, las colas largas o en alto, el porte de los machos siempre marcando territorio, los chajaes que se despiojan el cuello mutuamente, una gansa no me deja avanzar, la otra se sienta sobre un hueco que formó ella misma, los patos disparan asustadizos, una gallineta se queda en pose para la foto. Todos tienen su carácter su personalidad.

¿Cuántas hay? “No sé decirte, no los he contado. Hay dieciséis, diecisiete faisanes (de los que son mayormente blancos con el pecho celeste metalizado y las patas y parte de la cabeza bien rojo), tres dorados, hay tres pigmeas de las sedosas, después tengo unas sedosas marrones, hay muchas, si te digo te miento. Se me han muerto muchos, tenía otros faisanes, el venerado, con mejores colores, uno de color limón; se mueren los bichos.”

¿Cómo llega esto acá?

“Algunos he comprado y otros he cambiado. Los faisanes son muy caros...la gente también los trae. Cuando no los quieren en su casa, todos vienen acá” dice Héctor.

Su mujer ya no recuerda desde hace cuánto tiempo que tienen aves, “hace tanto que me parece desde siempre” dice ella. “Hace 33 años que estamos casados y creo que al año empecé.” recuerda Héctor “Empecé con canarios. Compré una jaula con canarios. Después llegué a tener setenta gallinas. Sacaba gallinas de campo...Es algo que me gusta.”

Le preguntamos si lo hace para vender y lo niega “No...no vendes nada ni comés. Porque todo esto qué vas a comer. Ahora no tengo, pero yo tenía de los faisanes que se comen, los de collar. Los machos se pelean mucho, son muy malos. Entonces lo iba a comer, pero después...qué lo voy a comer. No lo maté, lo cambié.”

Tener este tipo de animales requiere de gran dedicación y tiempo. “Es trabajo. Porque esto ahora lo ves bien, pero cuando llueve tenés que limpiar todo. Hay que dar vuelta la tierra ya que al haber muchos, se forma una película arriba que hay que limpiarla moviendo la tierra con la pala. Hago canaletas para que el agua no les llegue y se inunde su piso.”

¿Cómo los cuidan de las enfermedades?

“Y más o menos. La otra vez tenía problemas con un pavo real que parecía que se ahogaba, abría y cerraba la boca. Fui a la veterinaria y acá no hay especialistas. Me dieron una pastilla para abrirle los pulmones, un tiempo anduvo bien, pero se terminó muriendo.”

Héctor los alimenta con maíz, alimento balanceado “y un poquitito de maíz, a veces le doy un poco de las verduras que sobran.”

La primavera

Ahora ya empiezan la época del celo por lo que cada uno a su rancho. “Empiezan las posturas por eso las separo para que nos se crucen. Porque después no te sale ni chicha ni limonada (se ríe). El faisán en general lo tengo enjaulado, porque es un pájaro, se va, se vuela y no te vuelve.” dice Héctor“Cada uno tiene su lugar, los patos acá, los teros allá, las palomas acá. Porque si suelto todo estos juntos mi señora me mata. Además ahora empiezan la época del celo y no sabes los gritos que pegan.”

De los tres pavos reales, dos tienen la cola imponente de belleza característica. Le preguntamos por qué el tercero no la tiene “Lo que pasa es que aún es pichón. A los dos años le empieza a salir la cola. En enero, febrero tira toda cola, completa y en esta época le vuelve a salir toda más rápido hasta noviembre.” Cambian la cola completa, todos los años. “Son muy delicados los pavos reales, no sabes lo que me ha costado criar a estos tres. Mira que yo traigo pichones. El asunto es criarlo hasta los ocho meses, después se te pueden morir, pero ya es más difícil.”

Según Héctor las hembras de los pavos reales eligen al macho con mejor cola. “Estando sueltos dicen que la hembrita elige al que está más sanito, de cola más grande. Ellas, en cambio, tienen colores tipo al suelo, no se nota mucho en la tierra. Es distinto al ser humano las mujeres son las más arregladas.” Y lo podemos ver a simple vista, a las aves, me refiero, claro, las hembras conservan los tonos más aterrados, mientras que los machos los más llamativos y coloridos: las hembras se mimetizan. “ Es para cubrirse de los depredadores.” arriesga Héctor; porque él nunca afirma certeramente, el dice como quién todo el tiempo quiere decir ‘creo que...’ “Yo no sé, yo pregunto” dice Héctor.

Tener tantas aves es difícil para lograr mantener un lindo parque. “Te rompen todo. Como van buscando las lombrices hacen unos pozos bárbaros.” Por otro lado algunos se comportan como perros guardianes “ellos conocen a los que están en la casa y pegan gritos cuando viene alguien”

¿Tienen nombre? Fue una de mis primeras preguntas cuando creía que sólo eran a lo sumo no más de diez. La mujer pegó un grito y alegre me contestó “te imaginás que habiendo tantos, sería difícil” y después entendí.

“A mí ya no me llaman la atención, hace tanto años que los tenemos” dice la mujer de Héctor, paciente y sonriente, porque se nota que le gustan.

Los graznidos se apagan a medida que salimos, antes de irnos volvemos a leer el cartel simpático que cuelga en la entrada: “Pulgas Ranch”.