sábado

Caracoles de Madera


Madariaga

Casilla de los pioneros de nuestra vecina ciudad gaucha.

En el número de enero hablamos de las casillas de madera construidas en Ostende, de la última sobreviviente, “La Elenita”. Ésta también es una de las últimas sobrevivientes, pero su historia es bien distinta. Se trata de una casilla ubicada en Madariaga, en la calle Avellaneda nro 737. Estas casillas, porque hubo muchas en los comienzos de la fundación de Gral. Madariaga, allá por 1907, las traían de Gral. Lavalle. Como allí el piso no era tan firme, era húmedo, anegadizo, de cangrejales, las construían sobre pilotes. A las más grandes se las trasladaba sobre la chata de un carro siempre armadas y a las más pequeñas sobre los hombros de los mismos dueños. “Mi abuela” comenta Mariela quién es guía de turismo de Madariaga “nos decía que la Calle Ancha era como un desfile de caracoles”.

Pero ¿porqué casillas de madera y no construcciones de materiales firmes? Esto se debe a que los que llegaron a la naciente Madariaga, en ese momento llamada Colonia Estación del Divisadero, venían a arriesgarse en esta nueva zona y por lo tanto el construir una casa de materiales firmes implicaba una inversión que no estaba asegurada. Muchos trajeron sus casillas con la idea de que si les iba mal, las desarmaban y se volvían a sus lugares natales. Por otro lado también hubo gente con otros recursos que ya desde el comienzo construyó grandes solares y casas firmes.

La zona elegida para el asentamiento era una zona con poca forestación, no olvidemos que en su comienzo el tren mismo llega porque sobre esta zona había grandes extensiones de bosques de tala, que servirían de combustible para el tren. Sin embargo no imaginemos una zona totalmente despoblada, ya desde 1830 había movimiento y población en busca de la formación de un pueblo propiamente dicho; hasta ahí las autoridades se daban en las estancias. Ya en 1880, había una colonia con ranchitos de barro y pulperías. Todo eso hoy por hoy ha desaparecido. Existe una réplica realizada por Daniel Carán y su hermano, construida con barro por el año 1990. Se trata de una pulpería ‘La Cruz del Sur’que ahora sólo funciona con contingentes y a pedido. Está ubicada en la calle Mitre al fondo.

Se dice que esta última casilla visible es de 1905, procedente de Gral. Lavalle. Existen otras, pero están escondidas por construcciones, muros.

Cuenta Bocha Arancedo, escritora de la historia de Madariaga: “Un censo realizado en la época de la fundación contaba 31 casillas en la zona urbana, centro y alrededores. Recuerdo dentro de las 31: la casilla de Don Antonio Rospide y familia, viva hasta hace pocos, pocos años. La casilla de Lavandal, donde varios alquilaron, entre ellos: el hermano del Padre Suárez que era su monaguillo por los años ’30 y ’40. La de Cullita Lenáz y sus hermanas, que hasta hace poco estaba y los recordamos sentaditos en el corredor. La de mi abuelo José Eyras, que luego fue de los Camecelle y donde vivió durante muchos años la familia Alegre.

Muchas de ellas se conservan y tienen cien años. La de la calle Avellaneda casi Buenos Aires, es también centenaria aunque no se sabe quién fue su anterior propietario. Había dudas de si ésta fue la que habitó Don Domingo Cabrera, ya que su propietaria, ahora muy mayor, decía que en esa casilla había un escritorio que atendía al público. Suponemos que sería una oficina, pero nunca tuvimos la certeza ni el documento. También se comentaba que en esa casilla vivía un grupo de ingenieros que vinieron con Don Arturo Etchegaray cuando hicieron la mensura para trazar las calles de este pueblo. En esta casilla sí sabemos que vivió el matrimonio Don Domingo Galicia y Doña María Cabrera. El terreno sobre la que se edificó era parte de un solar de Abelardo Falabignian. Ellos, los Galicia, fallecieron hace muchos años, aunque fue heredada por su hija que ahora no la habita.”

Cuenta Bocha Arancedo también, que la casilla estaba bien mantenida y era muy cómoda: alta del piso se entraba subiendo tres escalones, toda de madera, con galería al frente y atrás. Tenías tres piezas: una hacía de comedor. La cocina y el bañito era de material, estaban afuera y aún se encuentra en uso. Esto era una costumbre ya que las cocinas eran a leña con braseros, por lo que el material de la casilla al ser de madera corría peligro de incendiarse.

La Dirección de Turismo insiste a los dueños en restaurar la casilla y convertirla en un museo por su gran valor histórico. Ojalá esto en algún momento pueda realizarse y conservar viva la historia y no sólo con el recurso de la memoria.