miércoles

El Dibujante Costumbrista



Molina Campos

Fragmentos de la charla brindada durante la Semana de la Tradición.

Durante el desarrollo de la semana de la tradición se realizó una proyección sobre la vida del pintor Molina Campos en la Casa de la Cultura. Allí se recorrió la vida del artista junto con todas las obras que realizó para la fábrica Alpargatas. Y luego una descripción de algunas de los cuadros, donde junto con la participación del público se descubrían maravillosamente los detalles.

Para aquellos que se la perdieron y para quienes estuvieron allí, transcribimos algunos fragmentos.

“Gracias a la fábrica argentina de Alpargatas la obra de Molina Campos se distribuyó masivamente a lo largo y lo ancho del país, en forma de famosísimos almanaques. Almanaques que estuvieron en las casas de todos nosotros y hoy la mayoría nos lamentamos por qué habremos hecho con esos almanaques. ¿Porqué digo con toda seguridad que estos almanaques estuvieron en la casa de todos nosotros? Porque en el censo de 1940 decía que la Argentina tenía una población de 10 millones de habitantes. En ésa década se distribuyeron 18 millones de láminas en forma de almanaques. Asi que no había casa humilde o suntuosa, pueblo chico o ciudad grande de la Argentina que no haya tenido un almanaque de Molina Campos.”

Molina Campos nace y estudia en Buenos Aires, pero las vacaciones anuales las pasa en el campo: en los pagos del Tuyú, de Arrecifes y en Concordia, Entre Ríos. Es precisamente allí donde se empapa de los paisajes campestres, visita puestos, convive con la peonada. Estas imágenes le quedarán marcadas en la mente de por vida y se reflejaran en las inagotables pinturas que luego realizó.

Molina Campos fue autodidacta, siempre se consideró un dibujante costumbrista y nunca se tituló ni artista ni pintor. Recién a los 35 años realiza su primera presentación durante la Exposición Rural Argentina. A partir de ese momento, sus obras realizadas con acuarela sobre papel canson, aunque no lleven firma serán reconocidos fácilmente por lo característico de sus personajes. La muestra fue un verdadero éxito y el puntapié de una prolifera obra.

Gaucho y pampa

Se consolidan así sus rasgos característicos, sus gauchos y sus caballos, pero también sus paisajes: la inmensidad de la pampa o los del norte argentino donde el autor vivió unos años. A veces recurre al lápiz o a la tinta para subrayar carteles o cuando tiene que tender alambrados tensos; pero su pincel logra lo que quiere en los pastos, en los techos de paja o en las maderas de las viejas diligencias.

El personaje de Molina Campos no es el gaucho legendario de las epopeyas patrias, sino el paisano de todos los días, jinete de un buen caballo o matungo, con sus vasitos de caña entre las risotadas chapotonas, pobretón, un poco rotoso pero contemplador del mundo con mirada brillante de socarronería. El paisano de Molina Campos es el que se encontraba cotidianamente alrededor de los fogones de la estancia, tomando su mate del atardecer bajo el alero del rancho o de pié junto a su cabalgadura, apoyado el brazo sobre los cojinillos del recado, la cadera quebrada, el ala del chambergo sobre los ojos, cambiando dichos burlones con otros criollos. Molina Campos, en suma, logra interpretar y traduce con su pincel lo más difícil de conseguir, pinta el carácter, el alma, mejor dicho pinta el comportamiento psicológico del criollo argentino.

El pingo

De la misma manera que sucedía con los gauchos, los caballos de Molina Campos nada tenían que ver con los potros saludables de las películas. El artista les respeta su personalidad física: tiene la cabeza enorme, gordo y bigotudo el pelo, mísera la panza, el pescuezo no en arco de triunfo sino de servicio, el casco con algo de instrumento grande y ponderoso de machacar distancias, la grupa en pico, huesuda y ascética sin las morbideses decorativas de noble bruto mentir. Pero lo que más llama la atención de sus caballos es la intención de los ojos. Ojos dilatados por el horizonte, grotescos, de una elocuencia desmesurada. Compatibilizan con tan armoniosa deformación una dosis de ternura indisimulable. Molina Campos humaniza al pingo, compañero de por vida del campo hasta parecerse al jinete, hasta adquirir en cada situación un semblante parecido a su dueño. Cuando se trata de un juego de a caballo, entonces el animal parece jugar más que el jinete.
En 1931 Molina Campos viaja y expone en París y vende completamente su muestra. En 1938 recorre de costa a costa Estados Unidos donde realiza conferencias y estudia la realización de dibujos animados. Las rev
istas y diarios se ocupan de su obra que elogian. Es contratado por una publicación de Estados Unidos hacia donde viaja nuevamente a realizar dibujos de su especialidad y una serie denominada ‘Andanzas de un gaucho en Nueva York’. Se traduce al inglés, se convierten sus trabajos en éxitos sin precedentes. Es contratado por Walt Disney como asesor de estudios colaborando en el rodaje de varias películas de dibujos animados...

Antes de empezar la proyección, a modo de juego,nos retó a que encontráramos ciertas características que se repetían en las pinturas: ¿Qué tienen en común los nombres de las pulperías que aparecen en los cuadros? ¿Cuál es la marca en los caballos que se repite más que otra? Y la tercera: Dado que Molina Campos no inventó personajes, todas las personas que aparecen son reales especialmente de los pagos del Tuyú ¿Quién es la persona que se repite más que otros y que Molina Campos pinta en diferentes actividades de su vida cotidiana, desde que es joven hasta la vejez?

Finalmente nos enteramos que Molina Campos le ponía a las pulperías nombres de colores: blanquiada, azulada, la verdolada, rosada. Las iniciales del paisano de mejor afecto del autor son: T. A. De Tiléforo Areco. Y finalmente, la marca que se repite con mucha frecuencia en los caballos son dos herraduras entrelazadas.

A medida que observamos con detenimiento descubrimos detalles impresionantes: un cantor malo, un sordo que lo escucha, un perro que aúlla, un caballo que observa, un borracho que hace trampa, en fin, un mundo maravilloso. ¿Cómo es posible que uno se sienta en paz o ría o se enternezca con las pinturas de Molina Campos? Sus retratados parecen con vida y uno tiene la sensación que están ahí simulando quietud y que cuando volteamos vuelven a sus cosas.