sábado

La última sobreviviente

OSTENDE
Pequeña reseña de la casilla de madera que nos hace recordar cómo se veraneaba en otras épocas


La casilla que luego sería llamada “La Elenita” nació 5 de enero del año 1935, dos años después de casarse el matrimonio Arturo Frondizi, quien fuera presidente de la nación, y Elena Faggionato.
La casita de madera, sobre pilotes está ubicada sobre la playa en Ostende y funcionó como un albergue veraniego. Durante los comienzos de la urbanización de esa zona existieron múltiples casillas de este estilo, la mayoría de ellas realizadas por los paisanos de Madariaga y del lugar.
“La Elenita” tiene la característica de ser la única sobreviviente de esas tantas que hubo, ya que hace algunos años por considerarlas peligrosas se destruyeron, salvándose ésta por pertenecer a quien fue presidente de la nación. Actualmente está en posesión de María Mercedes Faggionato, sobria de Arturo, quien dirige allí mismo un museo.
La escritora madariaguense Bocha Arancedo relata en su imperdible libro 'Tala', aquella época maravillosa dónde los lugareños de Madariaga realizaban sus estadías en la playa y cuyo traslado se hacía a caballo y en carreta: “ La gran familia salía tipo caravana al amanecer. En un carro llevaban las provisiones, cajones, baúles y chicos. La abuela Francisca y su hermana Dámasa, que eran muy gordas, en la volanta, con el cochero y el último bebé en brazos. Solas en el coche pues llenaban cada una el asiento con sus cuerpos gordos.
Los hombres y los jóvenes a caballo (...) Toda la gente menuda que viajaba bien amontonados, llegando a la zona de los médanos, se bajaban y corrían alrededor, el paso era lento en la arena viva, a veces había que ayudar a los pobres caballos empujando de los rayos de las ruedas de madera para soliviantar el peso.
El tramo final se hacía a pié, acompañando los carruajes con la caballada sudada. Los caballos se enterraban media pata en la arena. Sobre una de las jardineras, se columpiaba la jaula con los pollos y gallinas que irían consumiendo a medida que hiciera falta y cuando faltara la pesca y la caza” *
Este fragmento, tal vez sea anterior a las estadías que cuenta Mercedes en “La Elenita”, sin embargo nos parecía excelente para retratar un estilo de estadía muy diferente al actual.
Volviendo un poco hacia la historia de “La Elenita”, se sabe que dicho terreno fue adquirido en el año 1915 por el papá de Elena Faggionato, Don José Faggionato. La compra la realizó por folleto en Buenos Aires, aunque al principio el proyecto quedó suspendido cuando Ostende quedó bajo la arena.
Sin embargo, en 1935 los jóvenes de la familia vinieron a Ostende en dos autos y demoraron dos días en llegar. “Cuando ellos llegan” cuenta Mercedes “no había nada más que un gran arenal, el Viejo Hotel Ostende, un par de casas históricas” Y deciden construir esta casilla en el medio de la playa.
En el año 1937 nace de ese matrimonio Elenita, por lo que se le pondrá también a la casilla ese nombre.
La casilla tiene la particularidad de unos postigones que al abrirse caen hacia abajo y no, como normalmente, hacia los costados; la idea era aprovechar la luz lo más posible.
Las fotos, testimonios invalorables
En la misma casilla actualmente funciona un pequeño museo, allí se puede observar los cambios de la casilla y costumbre de esa época. Podemos observar a los integrantes de la familia bajando de una carreta un cajón con libros, ya que además de venir a veranear, venían a leer, por las noches bajo la luz de un 'sol de noche'.
Cuando decimos cambios de la casilla, nos referimos a que, no sólo se ven los cambios como de colores y detalles decorativos de la casilla (como que la casilla poseía cortinas y manteles), sino también los usos y costumbre de la época o también las muchas veces en que la casilla de un año para otro, quedaba bajo la arena, literalmente bajo la arena. Hay una foto preciosa donde Elenita está sentada en el techo de la casilla y parada junto a ella, pero en la arena, su madre.
Al llegar se desenterraba de la arena toda la casilla.
“La casita estuvo bajo la arena en tres momentos” dice Mercedes “Cuando pasaba esto había que esperar en el hotel a que se retire toda la arena y después sí poder disponer de la casita”.
Una temporada se decidió correr la casilla unos 50 metros. Para poder realizarlo, se utilizaron varios caballos (que era lo único que en esa época se podía utilizar) y como egipcios, montaron la casilla sobre postes de madera y se la fue forzadamente deslizando.

También vemos en otra foto la casilla como un barco en el medio del agua. “Eso pasaba todo el tiempo, para nosotros era una aventura” cuenta Mercedes que en su infancia pasó muchos veranos en la casilla “Me acuerdo una vez que una ola arrancó una tabla del baño y estábamos de fiesta mirando como pasaba el mar por debajo de la casa. Y mi madre aterrada con mi hermano más chiquito bebé, espantada, espantada de miedo. Y era una aventura porque de verdad el agua y la arena tenían libertad andar.”
En esas fotos también se registra a la casilla en su posición original.
Entre los años 48 y 50 hubo una sudestada tremenda y la Elenita quedó agarrada de la bomba de agua. “El mar la llevaba y la traía” dice Mercedes. Esta sudestada cambió totalmente la posición de la casilla con respecto al mar y que es la que aún hoy conserva, mirando al noreste.
La casa por estos avatares climáticos ha sufrido restauraciones, sin embargo, el piso, la cumbrera y toda la estructura del esqueleto es el mismo desde el primer día.
En 'La Elenita' todos los integrantes de la familia pasaban los tres meses de veraneo. “En marzo había que regresar. Y una semana antes de volver era una de las semanas más espantosas del año porque era cuando había que ir a Harold a probarse los uniformes de los colegios. Después de haber estado tres meses descalza en la arena me probaban esos espantosos zapatos con botón. Cuando me apretaban el botón yo sentía 'se acabó'.”

Recomendamos que pasen por el museo de la Elenita ubicado en Ostende y que se sienten un momento sobre la arena, se abstraigan, cierren los ojos y piensen en todos aquellos que disfrutaron de esos veranos. Familias que llegaban y veían la arena lisa, sin huellas, con el sonido imponente del mar y alguna que otra gaviota. Que ubicaban a las gallinas y víveres bajo la casilla o en el pozo de agua, que era el lugar más fresco. Los hombres con sus mallas enterizas y las mujeres bien tapadas hasta los tobillos. Bueno de esa gente que puede decirnos como era aquello, de las cosas que la recuerdan como son las fotos, los objetos y esta última casilla con nombre “La Elenita”. **

* El libro que mencionamos y el cual recomendamos siempre que podemos, puede conseguirse en Gesell en “El Viejo Hobbit” de 111 y avenida 8 ó en la dirección de Turismo de Madariaga. Forma parte también otro libro de la misma autora llamado 'Vivencias' cuyo valor cultural e histórico regional es invalorable y pasa lamentablemente desapercibido. Recomendamos fervorosamente, por si no fuimos claros, su lectura (y verá que valdrá también, como pocos, su relectura)

** Esta nota está realizaba sobre la base de una charla realizada en septiembre de 2007 en el Chalet de Don Carlos de Villa Gesell, durante el mes del patrimonio. De allí fueron obtenidas las palabras de Mercedes Faggionato, actual propietaria de La Elenita.