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¿Globalización? - contratapa

Globalización. Palabra muy de moda desde hace unos años. Se dice que es algo así como el quiebre de fronteras, donde todo empieza a mezclarse, a fundirse en un mundo inmediato.
Sin embargo, no parece ser así. No tenemos que poner ejemplos alejados para comprobarlo. Nosotros, pequeños pobladores de amplios espacios, podemos dar muestra de ello. Existe sí una globalización de lo comercial. Nos llega la gaseosa más popular, algo de la tecnología (con un poco de retraso), también recibimos a múltiples turistas extranjeros. Pero ¿es eso una globalización real? Es decir ¿El bienestar se globaliza? La respuesta sin duda es no.
Nosotros sí somos globalizados, pero tan sólo para consumir y consumir lo que las grandes potencias quieren. No nos falta a precio dólar las zapatillas de marcas extranjeras, ropa, juguetes, música y las películas (¿me equivocaré si digo el 99 % son de Estados Unidos?). Todo lo masivo, lo fácilmente comerciable.
Si uno presta atención a la procedencia de las cosas más cotidianas nos sorprendemos. Hay cartuchos para impresoras de Méjico, desodorantes hechos en Brasil, copas que vienen de Dinamarca...
Sin embargo, también pagamos la leche, el pan y la harina como si fuera traída de Indonesia. Porque somos globalizados para ponernos a la altura del dólar, aunque el dólar no se ponga a la altura de nuestra desnutrición infantil.

En el último Festival Pantalla Pinamar pudimos ver películas preciosas: con humor, excelentes guiones, actuaciones que parecen no actuar, fotografía de ensueño. Películas de Holanda, Alemania, Egipto, España. Sin embargo, sabemos que ese cine no llega aquí ¿Por qué? Nada tengo contra El hombre Araña 10, pero sí estoy en contra de que ésta sea la única o casi única posibilidad de elección al ir al cine.
Pero este es sólo un reflejo de lo otro. Nos llega lo basura, lo que no sirve y se deglute rápido, sin pensarlo, con mucha caja envoltoria y poco adentro. Pero ojo, también nosotros consumimos lo nuestro más mediocre, un gran ejemplo podría ser nuestra televisión en los horarios picos. Esos programas que también exportamos a muchos otros países.
Tampoco tengo nada con que una copa venga de Dinamarca. Pero ¿Acaso no podemos fabricarla nosotros? Tiene que hacerse, embalarse, embarcarse, pasar por varios puertos, llegar a la Argentina, pagar aduana, redistribuirse y por fin el comerciante ponerle un precio con ganancia. ¿Es eso lógico?
Bueno es conseguir cosas que por razón de fuerza mayor aquí no se consiguen. Así nosotros podremos darle algo a ellos y ellos a nosotros. Pero la pregunta podría ser otra: con todo lo que tenemos ¿Nos falta algo? Por el mirar de las etiquetas pareciera que todo y un poco más, como si fuéramos una pequeña isla desértica.

Lo bueno sería que el mundo realmente se globalice: que las fronteras no impongan visas y estadías restrictivas; que la comida se reparta donde más se necesite, que el consumo sea un consumo responsable y equitativo; que ninguna cultura valga más que otras, sino que todos podamos aprender de lo mejor de cada una; que el dinero también se globalice y no centralice en unos puntos muy específicos; que las enfermedades y vacunas se globalicen y distribuyan sin pagar a las patentes; que el petróleo de unos y el agua de otros sea para todos y no de los más fuertes. La globalización no es mala, no, malo es el impulso de quienes la imponen a medias.

El dame que te doy de hoy es un tanto desparejo. Mirar, elegir qué compramos nos hace ser consumidores responsables, ciudadanos comprometidos con lo nuestro y defensores de fuentes de trabajo: desde comprar fósforos hasta ir al cine, desde lo material a lo cultural.